La historia del anime, el género de animación de origen japonés, comienza en la segunda década del siglo XX.
Algún tiempo tras la Segunda Guerra Mundial, empezaron a surgir grandes compañías dedicadas tanto a las series televisivas como a los largometrajes, entre las que destaca Toei.
Aunque muchas siguieron en activo en las últimas décadas del siglo XX, y siguen al principio del siglo XXI, una serie de directores y creadores de historias han alcanzado renombre propio en este género, bien por obras de gran fama, como Katsuhiro Ōtomo con ("Akira"), Akira Toriyama con Dragon Ball, o Masashi Kishimoto con Naruto, como por sus largas y premiadas trayectorias como Hayao Miyazaki con Mi vecino Totoro, o como Rumiko Takahashi con Inuyasha o Ranma 1/2, entre otros.
La primera manifestación de la animación en el país nipón de la animación, Katsudō Shashin, está fechada en el año 1907. Se trata de un pequeño fragmento de 4 segundos de duración descubierto en 2005. Sin embargo, fue la compañía Tennenshoku Katsudō Shashin (Tenkatsu) quien produce la primera manifestación significativa, al encargar en 1916 al dibujante de manga Ōten Shimokawa una película del género. En aquella época no existía documentación en Japón sobre las técnicas de animación, por lo que la tarea de Shimokawa no fue fácil. No obstante, consiguió realizar el que se considera el primer filme de animación japonesa, Imokawa Mukuzō Genkanban no Maki —literalmente "Mukuzo Imokawa y el guardián de la entrada"—, estrenado en enero de 1917. Por su parte, el pintor de estilo occidental Seitaro Kitayama, interesado por las películas extranjeras de animación que veía, presenta un proyecto de realización propia a la compañía Nippon Katsudo Shashin (Nikkatsu), que esta acepta encargarle. Kitayama tampoco era un experto en la animación, pero a base de pruebas y errores, consiguió terminar Saru Kani Gassen —literalmente "La batalla del mono y el cangrejo"—, basada en el cuento popular japonés Saru Kani Gassen, que fue estrenada en mayo de 1917. Shimokawa y Kitayama comenzaron la realización de sus películas en 1916, coincidiendo con la puesta en marcha del dibujante de manga de corte político Sumikazu Kouchi, que por encargo ahora de la compañía Kobayashi Shokai, estrenaría en junio de 1917 Hanawa Hekonai, Meitō no maki —literalmente "Hekonai Hanawa y su nueva espada"—, con un samurái como protagonista.La historia del cine de animación japonés comienza efectivamente en 1917 gracias a los trabajos de estos tres pioneros, pero no se conserva copia de ninguna de estas películas por lo que se desconocen otros datos. La de Kouchi fue la más elogiada de ellas por las críticas de la época, siendo además la primera en rodarse, aunque se estrenará después de las otras dos.
Shimokawa llegó a realizar cinco películas de animación, pero debido a la sobreexposición y al reflejo luminoso que conllevaba el proceso, sus ojos experimentaban gran cansancio, por lo que decidió abandonar este trabajo y volver a dibujar manga. Kouchi también se apartó del cine de animación tras realizar cuatro películas, pero luego volvería temporalmente a este campo debido a que personalidades de la esfera política le encargaron cortos de propaganda. Por el contrario, Kitayama se dedicó plenamente a la realización de películas de animación. Comenzó empleando como ayudantes a jóvenes aspirantes a pintores, a los que enseñaba las técnicas del dibujo animado. Kitayama, que en 1917 llegó a realizar hasta diez películas, presenta ese mismo año una película basada en el personaje infantil Momotarō, que consigue exportar a Francia, convirtiéndose en el primer producto de animación japonesa que llegó a occidente. Kitayama crea sus propios estudios de cine en 1921 pero el gran terremoto de Kantō de 1923 destruyó sus instalaciones de Tokio, por lo que decide mudarse a Osaka. Allí se aparta de los dibujos animados para dedicarse a rodar documentales informativos para una empresa de noticias local. No obstante, la gran importancia de la labor de Kitayama residirá en haber enseñado las técnicas de la animación a una serie de jóvenes que proseguirán el trabajo que él empezó.
Uno de estos fue Sanae Yamamoto, cuyo nombre original era Zenjiro Yamamoto. Era un aspirante a pintor que acudió a trabajar a los estudios de Kitayama, donde quedó fascinado por el mundo del dibujo animado. Al marcharse su maestro de Tokio, Yamamoto decidió independizarse y formar sus propios estudios de animación. En 1925 realizó Ubasute yama —literalmente "La montaña donde se abandona a los viejos"—, que tiene como tema el respeto y cuidado de los ancianos. Consiguió el patrocinio de la Secretaría de Educación para una serie de películas de animación de corte educativo, y entre sus obras más representativas se encuentran Usagi to Kame —literalmente "El conejo y la tortuga", 1924— y Nippon-ichi Momotarō —literalmente "Momotarō, el número 1 de Japón", 1928—.
También de esta época es Shiobara Tasuke, dirigida por Hakuzan Kimura. Este trabajaba pintando murales de anuncios para las salas cinematográficas, pero cambió su profesión para dedicarse a los dibujos animados, y pronto destacó por sus historias de samuráis. En 1932 rueda la primera película erótica de la animación japonesa, Suzumi-Bune —literalmente "El paseo nocturno en barco"—, que le cuesta ser detenido por la policía y la confiscación de la película. Kimura, individuo del que se desconocen muchas cosas, entre ellas las fechas de nacimiento y muerte, se retiró tras este incidente. Existen rumores de que una copia fue vendida ilegalmente al extranjero, pero en cualquier caso Suzumi-Bune se convirtió en una película fantasma, imposible de ver. Al parecer se trataba de un traslado a la pantalla del mundo erótico creado por los artistas del Ukiyo-e del período Edo.
Otro discípulo de los pioneros —en este caso de Sumikazu Kouchi— fue Noburō Ōfuji, que empezó la producción de dibujos animados gracias a la ayuda económica de su hermana mayor, Yae. Su primera película fue Bagudajo no tozoku —literalmente "El ladrón del castillo de Baguda", 1926—. Como material de trabajo utilizaba el tradicional papel chiyo, popular desde el período Edo, pero sus colores no pudieron ser recogidos por la fotografía en blanco y negro de la época. Ōfuji también realizó varias películas de animación con siluetas, como fue el caso de Kujira —literalmente "La ballena", 1927—, cuyas imágenes hizo acompañar con la música de la ópera Guillermo Tell de Rossini. Ōfuji dedicó mucho tiempo a estudiar la posibilidad del cine sonoro y en color, y gracias a la ayuda de su hermana, consiguió realizar casi todas sus películas prácticamente sólo.
En 1923, año del gran terremoto de Kantō, Yasuji Murata ingresó en la recién formada Yokohama Cinema Shokai, en principio dedicada a la importación de películas extranjeras. Murata comenzó a trabajar allí pintando esporádicamente murales de películas para los cines, pero el presidente de la compañía le contrató como empleado fijo al ver su talento para el dibujo. Murata también escribía los rótulos para las películas extranjeras de la compañía, pero, impresionado por las películas de animación de John Randolph Bray que aquella importaba, propuso a su presidente la producción propia de cintas similares. Autodidacta de la materia, Murata escogió una popular historia infantil para su primera realización, Saru Kani Gassen. Desde entonces hasta que dejó la compañía en 1937, Murata rodó cerca de 30 películas de dibujos animados, la mayoría de corte educativo..
Normalmente el trabajo de animación era muy laborioso. La empresa Yokohama Cinema Shokai se adelantó a sus competidores al comprar una nueva cámara de motor automático que no requería mover una manivela, lo cual permitía acelerar el trabajo. La primera película rodada con esta cámara fue Kaeru wa kaeru —literalmente "Una rana es una rana", 1929—, encargada nuevamente a Yasuji Murata.
Para el cine de animación, el celuloide es un material indispensable, pero en Japón no se fabricaba. El celuloide comenzó a distribuirse con profusión Estados Unidos a finales de 1914 con los trabajos de Earl Hurd, quien además lo patentó. Como producto de importación, el celuloide era muy caro en Japón, por lo que en su lugar se empleaba una especie de cartulina sobre la que se dibujaban los personajes, que luego se recortaban y fotografiaban —animación con recortes—. Murata era un maestro de esta técnica y no tenía nada que envidiar a sus competidores que usaban celuloide. Como título más representativo de animación con recortes destaca su Tsuki no miya no Oujo-sama —literalmente "La reina del Castillo de la Luna", 1934—.
El primero en utilizar en Japón el tan preciado celuloide para el cine de animación fue Kenzō Masaoka, nacido en una familia adinerada de Osaka. Tras estudiar dibujo en una escuela de artes, inicialmente entra en el mundo del cine como actor, abandonando poco después en favor de la realización de dibujos animados. Su primera película fue Nansensu monogatari dai ippen Sarugashima —literalmente "La absurda historia de la isla de los monos", 1930—, acerca de un muchacho criado por un mono. Masaoka realizó también la primera película de animación sonora, Chikara to onna no yo no naka —literalmente "Las mujeres y la fuerza mueven el mundo", 1932—, donde utilizó parcialmente el todavía caro celuloide. Masaoka no escatimó en gastos para aumentar la calidad de sus películas, y así a partir de Chagama ondo —literalmente "El ritmo de la tetera", 1934— empleó el celuloide para el total de sus obras. Otro de sus títulos, Mori no yosei —literalmente "El hada del bosque", 1935— recibió elogios de sus colegas en el mundo de la animación y fue comparado a los cortos Silly Symphonies de Walt Disney.
Mientras que la mayoría de los cineastas contemporáneos se dedicaban a hacer películas de propaganda bélica para el ejército nacional, Masaoka realizó durante la guerra una obra de gran poesía que hará olvidar las penurias de la época y que quedará para la posteridad del género, Kumo to Chūrippu —literalmente "El tulipán y la araña", 1944—. De sus cintas de posguerra, la más representativa fue Suteneko tora-chan —literalmente "Tora, el gato abandonado", 1947—, sobre una gata que decide criar a un gatito que ha sido abandonado. Masaoka, por haber sido el primero en introducir el celuloide en los dibujos animados y el primero también en realizar una película sonora de esta modalidad, ha sido llamado «el padre de la animación japonesa» y es respetado como tal. Se necesitaba el triple de tiempo en realizar un episodio.
Fuente: Wikipedia